miércoles, 21 de enero de 2015

1. INTRODUCCIÓN


A partir de la década de los años sesenta apareció algo nuevo en la percepción del mundo.

La percepción de la destrucción de la naturaleza, de que algo anda mal en la concepción del progreso, en el dominio de la ciencia sobre la naturaleza, en las promesas incumplidas del desarrollo.

Problemas tales como: contaminación del aire y de los recursos hídricos y del suelo; de la deforestación y pérdida de biodiversidad; de la erosión, desertificación y pérdida de fertilidad de la tierra; del calentamiento global y el enrarecimiento de la capa estratosférica del ozono; de la degradación de la calidad de vida de la gente, fueron considerados producto del crecimiento económico.


En 1972 en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, celebrada en Estocolmo, se revelan los límites físicos del planeta para proseguir la marcha acumulativa de la contaminación, de la explotación de los recursos naturales y del crecimiento demográfico.

En la década de los ochenta, la ONU crea la Comisión mundial sobre medio ambiente y desarrollo para evaluar los procesos de degradación ambiental y la eficacia de las políticas ambientales para enfrentarlos.

Luego de tres años de estudios, discusiones y audiencias públicas sobre esta problemática, la Comisión publicó sus conclusiones en 1987 en un documento intitulado «Nuestro Futuro Común», conocido también como el informe Bruntland.



El informe Bruntland busca un terreno común donde plantear una política de consenso capaz de disolver las diferentes visiones e intereses de países, pueblos y grupos sociales que plasman el campo conflictivo del desarrollo sostenible. Así empezó a configurarse un concepto de sustentabilidad como condición para la sobrevivencia del género humano, buscando un esfuerzo compartido por todas las naciones del planeta.

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